La educación,
hasta ahora se ha basado en la idea que es posible enseñar a las
personas conocimientos y normas de conducta, pero nunca a ser más
inteligentes, porque "lo que natura non da salamanca non
presta".
Sin embargo, hoy
la ciencia ha demostrado que no nacemos con una “cantidad”de
inteligencia sino con la capacidad de adquirirla. La inteligencia hay
que aprenderla a través de la enseñanza a lo largo de toda la vida.
A ser inteligente, pues, se aprende.
La ciencia también
ha comprobado que la capacidad intelectual no es fija: aumenta o
disminuye, es decir, si no se la estimula y utiliza, disminuye.
Cuando nuestra
madre reprocha que estar encerrada en casa moviéndose únicamente
desde el fuego de la cocina hasta el fregadero del patio, atrofia su
inteligencia, es verdad. Su mente necesita desafíos, leer, aprender
de memoria un poema, resolver problemas matemáticos, acertijos,
etc..Nuestro cerebro es el único ¡ se gasta cuando no se utiliza !
El cerebro de un
bebé recién nacido puede compararse con una esponja seca y
comprimida, cuando se humedece comienza a crecer y se vuelve
elástica... a medida que absorbe líquido, miles de cámaras
flexibles surgen literalmente a la vida. El cerebro humano consiste
también en un conjunto de células unidas en un sistema que funciona
cada vez mejor cuando se le proveen los nutrientes esenciales. Si se
lo priva de estos nutrientes, el cerebro, como la esponja seca, nunca
desarrolla plenamente la capacidad de desempeñar sus funciones.
Psicólogos y
educadores han documentado que a medida que el cerebro aprende, sus
capacidades intelectuales se expanden.
Y aquí va nuestro
cuento que explica más claramente lo que significa la inteligencia
en acción usando estrategias que pueden salvarnos la vida...o la
ciudad...
Cuenta la historia
que una ciudad japonesa medieval había sido sitiada por sus
enemigos, que la rodeaban a punto de invadirla y matar a todos sus
habitantes. Lo único que mantenía a distancia a los invasores, eran
las flechas que los arqueros de la ciudadela disparaban sin cesar a
sus enemigos, esperando que llegaran los ejércitos aliados para
liberarlos de tal asedio...
Hasta que se
terminaron las flechas, y todos los árboles de la ciudad con que
fabricarlas. Desesperados los habitantes buscaron la forma de seguir
resisitiendo.
En medio de la
desesperación alguien tuvo una idea. Rápidamente todo el pueblo se
puso manos a la obra. La estrategia era excelente. Al anochecer,
entre las sombras del crepúsculo, deslizaron con cuerdas, por las
murallas exteriores de la ciudadela, muñecos de paja vestidos con
uniformes de batalla. Los soldados enemigos creyendo que se trataba
de un intento de ataque extremo por parte de los sitiados, lanzaron
sus flechas sin descanso para exterminarlos.
Los que estaban
sobre las murallas no tuvieron más que levantar sus marionetas y
rescatar los cientos de flechas que traían clavadas. Luego de
repetir la estratagema varias veces, los enemigos comprendieron que
era una trampa y ya no lanzaron más flechas a los muñecos.
Así, una noche,
verdaderos soldados se deslizaron murallas afuera y destruyeron todo
el campamento enemigo, que no había disparado sus flechas creyendo
que se trataba de marionetas de paja.
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