Como
me habéis escrito con dudas sobre el cuento de la disyuntiva de
Gawain, amigo del rey Arturo, les
cuento la respuesta y algunas reflexiones. El noble Gawain replicó
que la dejaría elegir por sí misma, que él respetaba su decisión.
Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama de día y
de noche, porque él la había respetado y le había permitido ser
dueña de su vida.
Moraleja:Debemos
respetar siempre el espacio individual de cada persona. Sólo somos
dueños de nuestra propia existencia."Dios
le concede pies a cada ave, pero no se mete en el nido."
La buena toma de decisiones permite vivir mejor. Nos otorga algo de control sobre nuestras vidas. De hecho, muchas de las frustraciones que sufrimos se deben a no saber usar la propia inteligencia para entender el problema que requiere una decisión, y el coraje para actuar en consecuencia.
Nuestra
inteligencia busca la verdad, nuestra voluntad busca el bien. Cuando
nuestra inteligencia no está suficientemente educada, no es capaz de
juzgar con claridad cuál es la verdad, así muchas veces elegimos la
opción incorrecta porque nos basamos en un juicio erróneo. La falta
de información es la base de muchos de nuestros juicios erróneos.
A
su vez, cuando nuestra voluntad no está educada, no tenemos la
motivación suficiente para actuar conforme los juicios de nuestra
inteligencia, por ejemplo: nuestra inteligencia nos dicta que es
preferible para nuestra salud comer una fruta y no un huevo frito con
bacon. Si actuamos según este sano juicio de nuestra inteligencia,
tomamos la manzana, pero si no tenemos suficiente fuerza de voluntad
aumentamos nuestro colesterol con el rebosante frito. En el primer
caso, nuestra conciencia se queda en paz, en el segundo el
remordimiento de conciencia nos lleva a prometernos empezar la dieta
el lunes sin falta.
Este
es un ejemplo sencillo de cómo está en nuestra elección la base de
nuestra felicidad o de nuestra desdicha: en todas las esferas de
nuestra vida elegimos mal o porque nuestra inteligencia no está
suficientemente iluminada, o nuestra voluntad está debilitada por la
falta de hábitos perfectivos.
La
felicidad no
es el simple arte que proclaman muchos libros de autoayuda, creer en
uno mismo y potenciar el poder de la propia mente, sin más.
Cultivar la alegría es una obra interior. El hombre nace con
vocación de felicidad, aunque a veces se empeñe en tirar por el
camino contrario. La dicha no se encuentra como una moneda por la
calle, es algo que se contruye ladrillo a ladrillo, educando la
inteligencia y fortaleciendo la voluntad, forjando hábitos
intelectuales y volitivos que nos lleven a un estado de plenitud
humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario